lunes, 15 de febrero de 2016

Hoy viene a tomar el té... Israel Montoya



1.- ¿Por qué te gusta leer?
Uff. Esa es una buena pregunta; y una para la que no tengo una respuesta clara. Es la típica pregunta para la que hay un número casi infinito de respuestas, todas ellas perfectamente válidas y, a su vez, perfectamente incompletas.
En mi caso, y supongo que en el de muchos otros, ya no es cuestión de gustar o no gustar: es cuestión de incapacidad de vivir sin un libro delante de las narices. Se ha convertido en una actividad que tengo tan asimilada como el respirar, el andar, el comer, o el ir al baño. Necesito, casi de forma física, tener un libro entre las manos, sumergirme en ese mar de letras, sin pensar a que remotos lugares me va a llevar en cada ocasión.

2.- ¿Recuerdas cuál fue el primer libro que leíste?
Recuerdo que empecé a leer de muy, muy, muy pequeñito; tan pequeñito que mi madre tuvo que echarle una pequeña bronca a la señora que cuidaba de mí en la guardería, ya que pensaba que un niño de apenas tres años debería estar haciendo cosas más acordes a su edad que leyendo todo cartel, anuncio o letra impresa que caía en sus manos. Obviamente, la buena mujer no tuvo nada que ver en mi obsesión lectora, pero eso es otra historia que no viene al caso ahora.
No podría afirmar con total seguridad cual fue EL PRIMER LIBRO (dicho así con mayúsculas suena mucho más importante de lo que realmente es, ¿verdad?), aunque sí recuerdo cuales fueron los primeros. Podríamos decir que el inicio de mi vida como lector estuvo indisolublemente unido, como tantos y tantos niños de mi generación, a la colección de libros de El Barco de Vapor; y, en concreto, tengo un enorme recuerdo de uno de los títulos de la colección, así que…sí, por qué no, dejemos que sea “Caramelos de Menta”, de Carmen Vázquez-Vigo, mi primer libro. Sin olvidar, eso sí, otros títulos que fueron parte primordial de mi infancia: “Aniceto el Vencecanguelos”, “Fray Perico y su Borrico”, “Charley Malarkey y la máquina robaombligos”, “El paquete misterioso”, y un larguísimo etcétera…

3.- ¿Cuál es tu libro favorito?
Vaya, otra pregunta peliaguda. Es imposible elegir un solo libro, y posiblemente dicha elección sería distinta, en un número infinito, según en qué momento de mi vida se me hiciese esta pregunta. No obstante, hay que mojarse ante las preguntas “difíciles”, así que ahí van dos de los libros que considero fundamentales en mi vida: por un lado, “Crimen y castigo”, de Dostoievski, libro que, sin ningún tipo de dudas, me convirtió de forma plena en lector, y que supuso una tremenda bofetada para el chaval de 14 años que yo era entonces, haciéndome ver que el mundo no puede cuantificarse en una escala de puros blancos y negros, y que supuso mi primer contacto con la maravillosa literatura rusa. Y, por otro lado, tengo que mencionar “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco; posiblemente el libro que más veces he leído en mi vida; y, sí, he dicho leído, y no releído. Y es que me fascinó en su momento, y me sigue fascinando ahora, cómo el señor Eco consiguió escribir una “novela” con tantas, tantas, y tantas capas, que consigue ser distinta, o por lo menos a mí me lo parece, cada vez que la abordamos.
Pero, como he dicho antes, sería imposible acabar de hablar de mi libro favorito sin mencionar, aunque sólo sea de pasada, algunos de los muchos que me han ido marcando a lo largo de los años. Apuntaré unos pocos títulos, ya que la lista podría llegar a ser, como ocurre siempre en estos casos, del todo interminable: “He aquí el hombre”, de Michael Moorcock; “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust, “Los Demonios”, de Hemitio von Doderer; etc.

4.- ¿Y tu momento favorito para leer?
La verdad es que no tengo un momento que considere “especial” para sumergirme en un libro; cualquier hora del día es buena para ponerme a leer. También es cierto que, a media mañana, con algo para picar y una buena copa de vino, sentadete en mi sofá, parece que apetece más ponerse a leer, ¿no creéis?

5.- Descríbenos tu rincón de lectura. 
¡¡¡El mundo es mi rincón de lectura!!! Jajajaja. Bromas aparte, leo en cualquier sitio; no necesito un lugar concreto para ponerme a devorar páginas y más páginas: transporte público, parques, salas de espera, cuartos de baño (se me han llegado a dormir las piernas por leer demasiado mientras….pero no, eso mejor no lo cuento, que es un poco escatológico). Suelo leer mucho en casa, en mi salón, que es un rincón que tiene mucha luz natural, lo cual prefiero a tener que leer con luz artificial, la verdad. Es curioso, pero creo que el único sitio en el que no me “gusta”, y pónganse aquí todas las comillas que se consideren necesarias, es en la cama…

6.- ¿Nos recomiendas un libro infantil?
Hmmm. Veamos…siempre que me piden que recomiende un libro infantil/juvenil, me sale de forma instintiva el “Momo”, de Michael Ende, maravilla de libro que todo niño debería leer, por lo menos, una vez en su vida. Sin embargo, el otro día estaba colocando unas cajas en el trastero y, de repente, apareció uno de los libros que me leí cuando era un chavalín: “El río de los castores”, de Fernando Martínez Gil. Una bonita, y triste, aventura de tintes ecologistas, protagonizada por Moi, un valiente castor, que intenta salvar al Gran Río de una extraña enfermedad que lo aflige. 


 A modo de biografía

Cuentan las malas lenguas que vine al mundo, concretamente a Madrid, en algún momento del 20 de septiembre de 1977, pero yo, de eso, como que no me acuerdo mucho. Ya desde pequeñito, mis padres y familiares se percataron de que un niño muy, muy normal, pues como que no era: mientras que todos mis amiguitos de la guardería (y después del colegio) estaban más que interesados en dar patadas a todo aquello que tuviese una mínima forma esférica, yo, por el contrario, centraba mi atención en todo aquello que pudiese ser visto o leído: comics (en aquella época todavía se llamaban “tebeos”), libros infantiles/juveniles, series de televisión, películas, y un larguísimo etcétera. Con el tiempo estas aficiones se fueron afianzando, y muchas otras se fueron añadiendo, convirtiéndome en el barbudo multifunción que soy hoy en día. Y es que, soy de la opinión que, en lo referente a la cultura, ¿para qué tener un vicio si los puedes tener todos? Y así me va: literatura, comics, cine, animación, juegos de mesa, de rol, de ordenador…y suma y sigue. ¡Ah, sí! Y también trabajo, como técnico de metrología, en una empresa de hidrocarburos. No es un trabajo muy glamuroso, pero me permite pagarme mis vicios lúdico-lectores, y vivir relajadamente.

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